Supongamos
que estamos sentados, quietos. Nuestro corazón late a una determinada
frecuencia, regulado por nuestro cerebro. En el momento en que nos levantamos,
los músculos de nuestras piernas necesitan más oxígeno y un mayor suministro de
sangre. Llegamos tarde a una cita y corremos como locos para alcanzar el
autobús, lo perdemos y tomamos un taxi. Nuestro cuerpo va a necesitar mucho más
oxígeno y más sangre todavía. Nuestras piernas no tienen forma de comunicarse
con nuestro corazón para decir “bombea más sangre”. Nuestras piernas envían
señales a través de los nervios al cerebro. El cerebro entonces, procesa toda
la información necesaria: cuán rápido queremos correr, lo plano o no que está
el suelo, cuánto peso corporal se debe mover, cuánta nutrición hay en nuestro
flujo sanguíneo en ese instante. El cerebro hace infinidad de cálculos
complicados en medio segundo. Una vez hechas sus evaluaciones y tomado las decisiones,
comienza a organizar las cosas. Envía impulsos a través de los nervios al corazón
para incrementar su velocidad de latido. También envía impulsos a las glándulas
suprarrenales para producir adrenalina, la cual altera la función del corazón.
Envía impulsos a los pulmones para que aumenten su frecuencia respiratoria para
que la sangre transporte más oxígeno. Puede comenzar a fabricar más glóbulos
rojos cuando se necesiten o más plaquetas, necesarias para realizar la acción
de correr. Podríamos necesitar aumentar el nivel de glucosa del flujo sanguíneo
para suministrar la energía por la cual los músculos se contraen. Para producir
más glucosa, el cerebro tiene que enviar más impulsos a través de los nervios
al hígado, donde se almacena el glucógeno. Estas son reacciones químicas
complicadas que convierten glucógeno en glucosa liberándola en el flujo
sanguíneo. Se crea la cantidad justa de insulina necesaria para metabolizar la
glucosa para que pueda ser utilizada como energía por el músculo. Estos
músculos están funcionando, están quemando toda la energía. Pero como todos los
motores trabajando y quemando combustible, despiden desechos. ¿Qué hacemos con
el desecho? El desecho del músculo es ácido láctico y si no nos deshacemos de
él, nuestros músculos van a tener un espasmo y sufrir un calambre. Por suerte,
nuestro corazón, al aumentar su actividad, necesita más combustible. Adivina
¿cuál es el combustible del corazón? El
ácido láctico. Y a medida que los músculos desechen más, ellos desechan lo
suficiente para que el corazón lo utilice y continúe su acción.
Ahora,
se podría asumir que, o bien eso es sólo suerte o que el cuerpo es una
brillante pieza de organización y orden. La verdad es que todo esto es dirigido
por el cerebro todo el tiempo, sesenta segundos por minuto, sesenta minutos por
hora, veinte cuatro horas por día, mientras estemos vivos. El cerebro opera de
veinticinco a treinta cuatrillones de funciones simultáneamente y esa es sólo
una función del cerebro. El cuerpo necesita energía del cerebro para funcionar.
Y la única forma de que las partes del cuerpo obtengan la energía del cerebro
es a través de esas redes nerviosas que se originan en la médula espinal. La médula,
para funcionar sin problemas, está protegida por los huesos de la columna. Los spinologistas
están profundamente comprometidos con el bienestar del cerebro y la médula
espinal porque este órgano es el coordinador físico de toda actividad de
nuestras vidas.
Extrído de Spinología, el libro, Capítulo 2 (en preparación)
Un trabajo Genial, me encantó el articulo, sencillamente bueno Enhorabuena, yo trabajo en Valencia si quereis mas info spinologia
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